Tus ojos se visten con ese brillo que recuerda a las tardes sin fin, donde recorrimos el planeta sin salir de la plaza central. Gorro de lana y un cartucho de castañas como única estufa artifical, pues la piel nos irradiaba el calor suficiente para combatir siete millones de inviernos. Vuelves a volar y no te culpo, eres como el viento que enfría y arrasa sin medir ni mediar, eres un temblor incalculado y acre, cielo e infierno en una misma paralela.
No conozco persona que se resista a pasar sin llamar, hay derrotas merecidas que sientan mejor que casarse con la duda, y ellos lo saben, todos lo sabemos. Tienes ese don que te permite caminar sola sabiendo que siempre habrá alguien de la mano, nunca lo suficientemente dentro, nunca demasiado gris. Enhorabuena, vuelves a ganar y la ruleta no se detiene. Que pase el siguiente.
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