Se abre la puerta del metro y me inunda ese olor a estrés y soledad a partes iguales. Se cruza una melena castaña que solo intuyo y tu colonia me transporta a otro tiempo. Ya no eres tú, ni siquiera soy yo el que cruza la distancia entre coche y andén. Los años tienen eso, que perdonan y olvidan, un placebo que no consuela pero cicatriza sobre cada herida de esas que apuntalaban noches.
Supongo que por ser lunes, o tal vez porque el tiempo me ha dado la licencia de hacer lo que me de la gana con mis emociones sin tener que rendir cuentas por ello. Pero hoy te echo de menos. La ilusión convertida en ganas, las ganas vestidas de miedos y la incoherencia de quien se quiere comer el mundo a cualquier precio. Ahora también colecciono las tardes pero un cielo de gaviotas le gana la partida a las ardillas de tu Retiro y el frío no termina nunca de llegar. Hoy te echo de menos en el espejo, en la barba, en el tacto de la ropa. Eres otro, o es el tiempo el que nos ha cambiado. A lo mejor es otra de esas veces en las que dudo si los sueños son estigmas en la piel del hombre, o si realmente los vamos borrando cada vez que sale cruz. Y ¿sabes? me da auténtico miedo que pueda ser la segunda.
Hay abrazos que curan
y nos los receta un doctor
y luego estás tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario