Ahora que el tiempo vuelve a correr hacia adelante y sumamos los días en vez de restarlos, ahora que la nevera está llena de resaca de cenas imposibles y los estómagos pelean por digerir tanto amor navideño. Ahora que ya no nos caben más abrazos y desbordamos propósitos que no seguirán vivos más allá de unas semanas, todavía queda hueco para un último brindis. Por una vez quiero nadar a contracorriente y contradecir al mundo, y es que siempre tendemos a rendir homenaje al 'sueño por cumplir', al 'reto que comienza' y a la suerte que llegará, haciendo balance de todo lo que 'dejamos atrás' y brindando por la ilusión que está a punto de empezar. Y es magnífico. Pero el tiempo me ha enseñado que lo más importante de la vida no se escribe en futuros perfectos, sino en la capacidad de cuidar, valorar y respetar lo que ya tenemos y no se termina en una campanada, aquellas cosas que no nos llenan la boca el uno de enero pero nos mantendrán vivos un ocho de abril, aquellos ojos a los que llamamos hogar porque un día decidieron quedarse, esos motivos que nos levantan de la cama las mañanas de frío, esa constante silenciosa pero viva que hemos ido cosiendo año tras año. Hoy quiero brindar por ser capaces de valorar lo que ya teníamos antes de que llegara enero, porque nos lo habíamos ganado a pulso. Hoy quiero brindar por cuidar la vida y seguir encontrando en ella motivos para sonreír el uno de todos los meses. Orgullosos de quienes somos independientemente de los sueños por cumplir. Feliz dos mil dieciocho.
Vengas cuando vengas, ven sin salvavidas
sin paracaídas y sin afeitar.
Digas lo que digas, dilo sin sedante,
fuerte y al semblante,lo puedo encajar.
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