Una calle larga y estrecha. Un callejón cuyos adoquines todavía rezuman las secuelas de la madrugada. Una niebla que te hechiza, negándose a dejar paso al nuevo día. El sol no tiene cabida entre sus paredes. No entiende de despertares ni de cambios, se mantiene inmersa en una dinámica casi somnolienta donde ni tú ni yo somos bienvenidos. El tiempo no pasa en ella, y cada golpe del segundero se eterniza hasta un infinito tan relativo, que no comparte nadie allá fuera. Me agota cada palmo suyo, me enerva cada poro de mi piel que se humedece de esa niebla. No soporto vuestras mentes, políticos y jefazos, mandatarios y gobernantes. No soporto sentir esas calles en vuestras cabezas. Sois el epitafio de un mundo que necesita crecer, sois al paredón hacia el que nos encaminamos con pancartas y sueños que no servirán para nada.
¿Quien nos ha llamado
a ser juez, jurado y verdugo?
¿Quién nos dio el poder para saber
quien es primero y quien segundo?
¿Cuál es el motivo elevado
que mueve vuestros actos?
Sé que es imposible que la envidia
haya manchado tantas manos
Pero podria suceder, todo podría suceder.
La historia se repite una y otra vez
Como un martillo en la pared.
A las puertas de una nueva era
que nos haga a todos libres
Sé que es imposible
que mi libertad no sea inconcebible
Pero podria suceder.
Muy sabias palabras, sí. Ojalá te oyeran aquellos a quienes se las has dedicado.
ResponderEliminarLa impotencia es enorme, ni saliendo a la calle parece que entren en razón. Se refugian en que empeoramos la imagen del país, ¿qué imagen? La que ellos quieren dar, claro.
ResponderEliminarNo había escuchado esta canción de amaral, muy buena.
Un beso!