felicidad:
1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
2. f. Satisfacción, gusto, contento.
3. f. Suerte feliz.
La Real Academia Española de la lengua define en tres acepciones aquello que la humanidad entera conspira para conseguir desde que el mono dejó de subirse a los árboles para empezar a caerse de ellos.
Son miles los libros que nos abordan cuando entramos a cualquier Fnac o librería con el argumento de encontrarla en cómodos pasos. Está a pie de calle el flujo ingente de psicólogos de moda que creen tener la clave para escapar de la rutina y encontrar la felicidad en cada esquina. Son millones los manuales, las estrategias, los pasos a seguir, los qués y los porqués que te inducen a saber cómo se es feliz y cómo no. Y la crisis no ha ayudado a cambiar esta realidad: todos creemos tener la clave para no sufrir, la llave que cierra la puerta de Pandora.
Pero te detienes a pensar y preguntas: ¿es físicamente posible definir algo así?, ¿somos acaso patrones cortados por el mismo molde?, ¿es mi felicidad la misma que la tuya? Y en el caso de que así fuese, ¿porqué rara vez reímos al mismo tiempo?
Digo yo que si existiera una definición precisa e inequívoca y un manual de escapismo que nos acercara a ese clímax de emociones cada vez que lo necesitemos, no habría nadie que se resistiera a hacer uso de él. La felicidad es, como la gran mayoría de las cosas que marcan nuestra esencia, etérea, personal, distinta e intransferible. El único truco que existe es encontrar dónde vive y no dejar que se escape jamás.
Para mí la felicidad es una mañana de domingo sin reloj, el primer baño del verano, una madrugada que escapa de las estrellas, el café de un viernes, la canción que cierra el concierto de aquel grupo, las primeras luces de abril y las últimas de septiembre, el primer minuto de enero, una sonrisa con la que no contabas, los segundos de espera hasta que arranca el tren, el abrazo que espera al salir de la estación. Pero, ¿sabes lo mejor de todo esto? que para ti será algo totalmente diferente.
Pero es eso, exactamente eso, lo que nos convierte en únicos e irrepetibles.
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