Era miércoles y llovía, no podía ser de otra forma. La sala estaba vacía pero no se dieron cuenta. Ella tenía el olor de un café recién molido, el tacto de una tarde de domingo entre sábanas y libros de Murakami. Él vivía en una eterna cuesta abajo, sabía más de trampas que de principios y no solía mirar atrás.
-Supongo que en el fondo todos preferimos el riesgo por la sensación que aporta el miedo al precipicio.
-Yo creo que nos aferramos a lo complicado porque nos da pánico que todo salga bien. Así, podemos vestir el final de excusa y nadie sale herido.
La película, como todas, terminó y el final se los llevó por delante. La sala y sus vidas se fundieron a negro.
Ese miedo a que todo vaya bien como si nos gustase que las cosas vayan mal. ¿qué idiotas, no?
ResponderEliminarun saludo.