Septiembre otra vez, ya ves. Le gustaba el sonido de las hojas caídas bajo sus suelas, era reconfortante volver a casa. Todavía no era otoño, pero el calendario sabía que tenía poco margen para esconderse. Jugaba a imaginar que se quedaba a vivir en ese instante cuando el día empezaba a acostarse un poco antes cada vez y las gotas de sudor se rinden a ser inocuas sobre la piel erizada. Tal vez hogar no se defina bajo un punto geográfico del mapa, tal vez es mucho más que una sensación. A lo mejor, decía, es una de esas palabras cuyo significado está dentro. - ¿Dentro? - En lo abstracto, donde nadie llega, o mejor, donde nadie se atreve a llegar. Le gustaba pensar que, mientras sigamos siendo nosotros, siempre estaremos en casa, aunque nunca alcancemos a definirlo.
No atardece igual en todas partes, ¿sabes? solo hay que buscar en qué cielo vale la pena quedarse a vivir, y dejarse atrapar por él. Otra vez. Tantas veces como haga falta con tal de seguir latiendo.
Atados, manos y pies al corazón que fui fiel ojalá me condenaran… a la niñez.
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