Como perder la tilde de un quien
que te convierte en arte mudo,
la palmada insonora en el desfile de sinsentidos.
Qué triste es la mirada de quien no se reconoce
en el brillo de pupilas que devuelve el ventanal.
La indiferencia de un tiempo
donde aprender a ser sin serlo
es el estigma de quien cree que la distancia
es eterna mientras dura.
No es distinto por ser yo,
ni más especial por haberlo escrito en verso.
Solo es otra crónica de la desidia de quien aprende
pretendiendo querer que el tiempo que
un día jugó a favor del viento
hoy es el que cose las heridas.
Hoy es el que abre las cicatrices.
El que quema los días.
El que vierte de poesía todas las mañanas
de mis noches grises.
Pidamos ser lo que una vez, quizá por empeño,
decidimos hacernos pero no hicimos bien.
Quizá esta vez sepamos ser estrellas fugaces
que porque hicieron las paces no perdieron su fe.
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