Lo normal es que nunca llegues a leer esto, el encanto de las palabras es que no tienen efecto si no son escuchadas, y no mueren hasta que alguien las olvida. Solo quería decirte que es mentira eso que dicen, que las mejores cosas no son las que están por vivir, que no somos conscientes del peso de algo hasta que ya se ha ido; que lo que más ilusiona es, por definición, lo que antes se olvida y que hasta la más lenta de las baladas se ha compuesto para ser bailada. Hoy ya no me conoces ni me importa, el tiempo nos ha convertido en sonrisas ajenas, en líneas paralelas condenadas a olvidarse la una a la otra por el mero hecho de tener prohibido volver a cruzarse. Sin embargo, y aunque te parezco estúpido, todavía me estremece decir tu nombre. Aunque no seas tú quien lo oiga, aunque nadie lo oiga. Aunque nunca fuimos nadie, aunque nadie lo entienda.
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