Supongo que, cuando nos dividimos,
no huimos de ella, sino de nosotros mismos.
No extraño tus manos, tu piel, tu marca de colonia,
ni siquera esa estúpida colección de mañanas frías
en que convertías mi rutina rota.
Echo de menos esa versión de mi que ya no aparece,
ese porqué que estremece,
ese hoy sin ayer, que duda del mañana
y que no se arrepiente.
Qué difícil es estar a la altura
de un pasado cosido entre nieblas,
de una puerta que solo se cierra,
de las noches donde no existe tortura.
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