domingo, 31 de enero de 2010
Domingo
Hoy el domingo sabe a recuerdos, sabe a carreras hacia la estación, a interminables mañanas entre tus sábanas, a cruasán con leche. Hoy el domingo me trae el aroma de tu ropa y ametralla mi cordura con lágrimas que no puedo evitar dejar escapar. Hoy el domingo me hace pagar el caro precio del adiós, y me recuerda que no soy nadie desde que no eres tú.
El atardecer se hace esperar cada vez más, las farolas comienzan a encenderse y puedo contemplar la ciudad entera que parece medio adormecida, supongo que será la fiebre del último día de la semana, el calor de saber que mañana vuelve a ponerse a cero la cuenta, que llega el lunes, pero todavía quedan unas horitas.
Una magia hace diferente esta tarde de las demás, veo miles de casas, calles y luces que adornan bajo un manto de miradas los rincones de Alicante. El cielo en lo alto se me antoja infinito, cada vez más oscuro y más intenso. Creo que casi puedo tocarlo y me evado de la realidad por un momento. Siento que el mundo hoy se me queda pequeño, que necesito volar hasta allí donde nunca he estado, hasta allí donde viven mis mejores recuerdos. Necesito ser libre por encima de nombres, cuerpos, obligaciones y esperanzas. Hoy nada es suficiente para contenerme y me leo indescriptible, en un idioma extranjero. Hoy el mundo no está hecho para mí, hoy no soy más que otra sombra en la apacible tarde del domingo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario