miércoles, 8 de agosto de 2018

Llegar a casa




Dicen que al viajar te llenas, tu cuerpo y mente llegan a un estado de embriaguez fruto de todas las cosas nuevas que han entrado sin avisar y estás rebosante. Es curioso, yo creo que es exactamente lo contrario.

Cuando dejo las llaves de casa y abro la maleta para deshacer el entuerto, estoy más vacío que antes, más vacío que nunca. Todas las gotas de anodina rutina que han ido llenando el vaso meses atrás han desaparecido. Ahora en su lugar hay una lista de motivos para echar de menos, y qué es eso, sino vacío. Además del bolsillo, que vuelve preocupantemente más ligero, pero eso ya es otra historia. Lo que ayer era aburrido, hoy es acogedor; quien antes estaba cansado de escuchar, ahora lo echo de menos; donde las ideas se habían agotado, ahora existen ganas de volver a crear. Y lo que es aún más preocupante, se han despertado lugares de la mente que creía dormidos y que exigen ser satisfechos constantemente, exigen descubrir, exigen llenar de nuevo esa maleta lo antes posible.

Creo que para que el ciclo vuelva a comenzar y pueda llenarse es necesario poder partir de cero. Y para ello creo que no existe mejor medicina que perderse en calles desconocidas, probar platos extraños, chapurrear otras lenguas y volcarse en proyectos que solo durarán unos días pero que dejarán tu mente tan vacía de peso y llena de vida, que solo querrás volver a empezar.

Terminar para poder volver a empezar, ya sabes, volver a casa.