domingo, 29 de marzo de 2020

Cuando todo pase

Llegará el día en que todo pase. Y pasará. Siempre pasa.

No será mañana, ni pasado. Ni tampoco el día en que termine la cuarentena. Como toda pérdida lleva intrínseca un duelo. No será inmediato. Pero llegará el día en que todo esto quede en un recuerdo. Llegará el día en que la rutina vuelva a despertarse temprano y a salir a la calle con cara de lunes. Llegará el día en que los domingos vuelvan a saber a domingo y encontremos la ilusión perdida en los viernes. Llegará el día en que el miedo vuelva al cajón del olvido y volvamos a ser vida. Pero ya no seremos los mismos. Ya nunca volverá a ser igual.

Cuando todo pase, que pasará, la RAE tendrá que hacer horas extra para ampliar sus significados. Un festival ya no implicará comprar una entrada, un libro, una película o un juego de mesa serán armas capaces de combatir la peor de las guerras, una conversación con amigos, o con la familia, siempre irá por delante, una mascota tendrá el poder de ser refugio en la tormenta y los abrazos ya no serán abrazos. Serán algo más. Muchísimo más.

Habremos aprendido el precio de una cerveza en una terraza bajo el sol, de llegar pronto a una cita, de subir a un tren o de no dejar que se escape. Habremos aprendido que las personas que están y decidieron quedarse, siempre fue por algo, y ese algo vale millones. Habremos aprendido a estar solos y también lo que significa ser libres. Habremos aprendido que el tiempo nunca más puede valer tan poco y que la velocidad no era sinónimo de victoria. Habremos aprendido a volver a ser.

Cuando llegue el día en que todo pase, que pasará, habremos aprendido que vivir siempre había sido lo más importante.



"Quiero que hasta la próxima vez que tomemos partido
haya más soluciones que ganas de amar el conflicto."


martes, 17 de marzo de 2020

Stand By

Ahora que las puertas se han cerrado, las ventanas cobran sentido y ya no se llega tarde. Ni pronto. Ahora que vivimos en un presente contínuo que no sabemos cómo conjugará su futuro. Ahora que el reloj sacude lento sus horas y las ganas pierden la batalla contra los miedos. Ahora que los miedos se visten con pijama y nos empujan hacia el sofá. Ahora que la vida es un poco menos vida y la ciudad ha dejado de ser ciudad. Ahora que vivimos en stand by. Justo ahora es cuando todo vuelve a cobrar sentido.

Quizás necesitábamos alejarnos de todo para recordar el precio que tienen las cosas. O quizás simplemente estemos aprendiendo a echar de menos. Qué irónica la vida.

Un buenos días. Un abrazo en un día flojo, un beso de alguien que te quiere. Coger el autobús, un café con tostada en una terraza llena de gente, la cerveza del sábado, el despertador del lunes. Salir a correr, llegar rápido a casa porque llueve, una tarde aburrida en el centro comercial. Aquel concierto, un estreno en el cine. Un día distinto en el trabajo, un mensaje de quien no esperabas, salir a merendar. La vida estaba en todas partes y, a veces, se nos olvidaba lo jodidamente espectacular que era.

Qué ganas de volver a ver el mundo girar, de emocionarnos, de gritar, de sentir. Al menos, me queda la certeza de que, si de algo va a servir esta pausa, es para aprender a valorar la suerte que tenemos de ser lo que somos. De estar vivos.

Saldremos de esta. Sí, saldremos de esta. Y saldremos siendo mejores.