viernes, 7 de diciembre de 2018

Paso del tiempo

Luces que se difuminan en el atardecer de una arteria principal. Líneas discontinuas de ingravidez que me perforan la sien. El tic-tac que tambalea el piso y la cuenta que nunca sabes si es hacia atrás o hacia adelante. Crees que va de tu mano y lo dominas, crees que queda todo el del mundo. Crees que perderlo es otra forma de ganarlo. Pero no se detiene. Crees que cualquier tren que sale solo es uno más y que llegarán otros y mejores. Pero ninguno vuelve. Cambio. Avanzo, crezco, sigo, arranco, entro, salgo, paso, llego, paro. El sonido del despertador que levanta de nuevo el telón, otra oportunidad.
Me agobia el paso del tiempo. Me enamoran los puntos muertos, las idas y venidas, los vaivenes y curvas. Me ansía la prisa y el destiempo, el llegar tarde, el no llegar. Me entristece perder, las ganas, las personas, las partidas, el tiempo, la vida. Me aterra que las miradas no se vuelvan a cruzar, que las manos no se toquen, que no quede tiempo para una última vez. Odio las sillas vacías, los espacios en blanco. Adoro la Navidad pero lleva implícito el paso del tiempo, y creo que jamás aprenderé a soportarlo.
Dicen que somos lo que los demás valoran de nosotros. El recuerdo que dejamos. La esencia que solo se entiende como parte de un todo. Soy porque somos. Quizás es diciembre, arrancar la última hoja del calendario, pero cada vez que llega me matan las ganas de gritarle al mundo que lo único que necesito es tiempo. Para dedicarlo a todas esas personas que me hacen ser. Para dedicarlo a vivir.



Edades que se van, como el vaho en el cristal 
No tengo valor para volver ni para seguir, ni de fingir 
Pido tiempo muerto y suerte

miércoles, 8 de agosto de 2018

Llegar a casa




Dicen que al viajar te llenas, tu cuerpo y mente llegan a un estado de embriaguez fruto de todas las cosas nuevas que han entrado sin avisar y estás rebosante. Es curioso, yo creo que es exactamente lo contrario.

Cuando dejo las llaves de casa y abro la maleta para deshacer el entuerto, estoy más vacío que antes, más vacío que nunca. Todas las gotas de anodina rutina que han ido llenando el vaso meses atrás han desaparecido. Ahora en su lugar hay una lista de motivos para echar de menos, y qué es eso, sino vacío. Además del bolsillo, que vuelve preocupantemente más ligero, pero eso ya es otra historia. Lo que ayer era aburrido, hoy es acogedor; quien antes estaba cansado de escuchar, ahora lo echo de menos; donde las ideas se habían agotado, ahora existen ganas de volver a crear. Y lo que es aún más preocupante, se han despertado lugares de la mente que creía dormidos y que exigen ser satisfechos constantemente, exigen descubrir, exigen llenar de nuevo esa maleta lo antes posible.

Creo que para que el ciclo vuelva a comenzar y pueda llenarse es necesario poder partir de cero. Y para ello creo que no existe mejor medicina que perderse en calles desconocidas, probar platos extraños, chapurrear otras lenguas y volcarse en proyectos que solo durarán unos días pero que dejarán tu mente tan vacía de peso y llena de vida, que solo querrás volver a empezar.

Terminar para poder volver a empezar, ya sabes, volver a casa.

jueves, 10 de mayo de 2018

Recuerdo

Recuerdo la mano que me aprieta fuerte y los ojos que me miran desde arriba y acompañan, recuerdo la sonrisa de todo va a ir bien. Recuerdo la calma. Recuerdo los nervios ante lo desconocido, los primeros días en manga corta y los deberes hasta tarde. Recuerdo el helado de nata. Recuerdo el miedo al fracaso, la ilusión al verano y una pequeña piscina en la azotea. Recuerdo que mayo era cambio, nunca anochecía y los días eran luz, justo al contrario que mi septiembre. Recuerdo que se rompía la zona de confort y aparecían los retos, recuerdo que todas las ilusiones se mezclaban entre un manojo de ideas que se perdían en los bolsillos. Recuerdo el caos inconexo de una infancia distinta. Recuerdo las horas en la calle, las primeras emociones y la distancia al uno mismo. Perderse para encontrarse, ya sabes. Recuerdo los pósters en la habitación, los ideales por bandera y los principios siempre por encima de los finales. Recuerdo el miedo a no avanzar. Recuerdo la incomprensión del sentirme distinto. Recuerdo imitar sin sentir, recuerdo llegar a ser. Recuerdo cambios, recuerdo tomar decisiones, recuerdo cariño, mucho cariño. Recuerdo la pérdida más grande de todas. Recuerdo que estar vivo llegó a no ser mucho más que levantarse de la cama. Recuerdo soledad y vacío. Recuerdo miedo a querer recordar. Pero también recuerdo Madrid y San Isidro, recuerdo abrazos y magia. Recuerdo ganas, recuerdo la carne de gallina y la piel morena. Recuerdo electricidad. Recuerdo que llegar a recordar se convirtió en un privilegio.

Mi vida en mayo se escribe con recuerdos. A veces, nuestras emociones son efímeras, nuestras preocupaciones no duran más de unos días y nuestros proyectos se marchitan al compás de una sociedad que cada vez corre más deprisa. Pero en el fondo de todo eso, somos los recuerdos que nos han traído hasta aquí. Hay quien reniega recordar, quien pregona olvidar el pasado para escribir el futuro, como recetan esos gurús del coaching. También hay quien se ahoga en sus recuerdos y no encuentra el salvavidas hasta morir en sus orillas. Como no me gustan los extremos, por mi parte diré que siempre que he olvidado, he acabado tropezándome. Y es que, como dice Elvira Sastre en Baluarte, uno es de donde llora pero siempre querrá ir a donde ríe. 


sábado, 31 de marzo de 2018

Te admiro

Te admiro.
Admiro tu capacidad de no rendirte. Admiro tu habilidad para cambiar los días. Admiro tu sentido común, a veces menos común, pero siempre con sentido. Admiro tu sonrisa mañanera del lunes, tu canción de buenos días, tus motivos para ponerte en pie. Admiro que te caigas y sepas caer, admiro que te levantes habiendo aprendido. Admiro cómo luchas y cómo crees, cómo mueves los hilos. Admiro tu capacidad de crecer, de cambiar y avanzar, de reinventarte y darle una vuelta más. Admiro cómo juegas, cómo ries. Admiro cuando te haces pequeña y te mueve el aire, cuando no eres de nadie y a la vez tan tuya. Admiro tus silencios porque dicen más que mis palabras, admiro cuando no sigues el camino recto, cuando te pierdes y nos encontramos. Admiro cuando me convences de tener razón aunque ambos sepamos que no. Te admiro por decidir estar a mi lado teniendo un mundo entero para elegir.  Te admiro porque tus abriles brillan más que mis septiembres.
Te admiro porque no te rindes, porque siempre ganas aunque perdamos. Te admiro porque eres vida y fluyes. Te admiro porque eres tú, dos letras que mueven el mundo. Feliz cumpleaños.
Te quiero.


Haz que este baile merezca la pena
Yo haré lo propio con esta canción
Y si al final no hay más que comedia
Deja que el río nos lleve a los dos.

lunes, 5 de marzo de 2018

Actitud

Vivimos tan deprisa que nos olvidamos de vivir. El tiempo corre, el tiempo no espera. La vida sigue, no hay tregua. ¿A qué esperas? No tenemos tiempo para digerir nuestras emociones. El fracaso está mal visto, mejor lo escondemos. No llores, vendrán tiempos mejores. Demasiado éxito se sube a la cabeza, disimula. Siempre hacia adelante. La comida rápida, el café cortado, los viajes en AVE y las canciones de dos minutos. Ah, y los abrazos cortos y las despedidas mejor por whatsapp. Que no perdamos tiempo, aquí nadie espera.
Jugamos a ver el fallo ajeno antes que el propio. Somos jueces antes que acusados. Actores de una meticulosa escena en que mostramos nuestras virtudes con distintos filtros que esconden el miedo a sentirnos débiles. Dependientes de la comparación entre el tampoco es para tanto y el pues yo lo haría mejor. Vivimos a tientas entre lo que está por llegar y el ya lo he olvidado. Pon tu mejor cara y sonríe.

Me cansa. Me da lo mismo que la vida corra, yo pienso ir despacio. No me importa perder en las comparaciones, bajar mis likes y llegar tarde. He visto salir trenes por regatear diez minutos de sueño, me he perdido las primeras canciones en muchos conciertos y he inventado tantas excusas para ganar minutos que he perdido la cuenta. Pero no importa. Me gusta el café con leche, los abrazos lentos y las canciones largas. Me gustan las emociones sinceras, devolver el cariño y no esconder los defectos. Me gusta saborear lo que siento al cerrar los ojos. Me gusta ganar y me gusta perder, me gusta sentir que aprendo cuando todo se vuelca por dentro. Me gusta la vida que vivo aunque no se parezca en nada a la que soñé. Me gusta querer seguir viviéndola cada día. Y me gustan las despedidas a la cara, sin filtros. Cualquier hasta luego puede ser el último. Mejor tomémonos nuestro tiempo.


Dejar la manía de gastar mi energía en lo provisional 
Quererme en plena soledad 
Completarme antes de pedir más 
Perder el norte y a su gente temporal



martes, 2 de enero de 2018

Año nuevo


Ahora que el tiempo vuelve a correr hacia adelante y sumamos los días en vez de restarlos, ahora que la nevera está llena de resaca de cenas imposibles y los estómagos pelean por digerir tanto amor navideño. Ahora que ya no nos caben más abrazos y desbordamos propósitos que no seguirán vivos más allá de unas semanas, todavía queda hueco para un último brindis. Por una vez quiero nadar a contracorriente y contradecir al mundo, y es que siempre tendemos a rendir homenaje al 'sueño por cumplir', al 'reto que comienza' y a la suerte que llegará, haciendo balance de todo lo que 'dejamos atrás' y brindando por la ilusión que está a punto de empezar. Y es magnífico. Pero el tiempo me ha enseñado que lo más importante de la vida no se escribe en futuros perfectos, sino en la capacidad de cuidar, valorar y respetar lo que ya tenemos y no se termina en una campanada, aquellas cosas que no nos llenan la boca el uno de enero pero nos mantendrán vivos un ocho de abril, aquellos ojos a los que llamamos hogar porque un día decidieron quedarse, esos motivos que nos levantan de la cama las mañanas de frío, esa constante silenciosa pero viva que hemos ido cosiendo año tras año. Hoy quiero brindar por ser capaces de valorar lo que ya teníamos antes de que llegara enero, porque nos lo habíamos ganado a pulso. Hoy quiero brindar por cuidar la vida y seguir encontrando en ella motivos para sonreír el uno de todos los meses. Orgullosos de quienes somos independientemente de los sueños por cumplir. Feliz dos mil dieciocho.

Vengas cuando vengas, ven sin salvavidas 
sin paracaídas y sin afeitar. 
Digas lo que digas, dilo sin sedante, 
fuerte y al semblante,lo puedo encajar.