jueves, 14 de octubre de 2010

Creo en...


Creo en los imposibles. Creo en que la mente humana está por encima de límites físicos y racionales. Creo en seguir un sueño allí donde el viento lo lleve. Hay días que despierto y me siento una de esas personas que no pertenecen a ningún lugar, que no tienen dueño. Alguien me enseñó una vez que no somos de nadie, que no tenemos más ataduras que las que crea nuestra mente, y mientras sigamos sintiendo que el mundo no se queda pequeño bajo nuestros pies, seguiremos siendo libres.
Creo en las miradas sinceras, en la eternidad de un segundo, en lo efímero de un para siempre. Creo en todas y cada una de las mentiras que se dicen para despertar una sonrisa donde no queda nada. Creo en que todo el mundo debería dejarse caer al vacío sin paracaídas alguna vez para descubrir sus límites, la esencia de uno mismo. Creo en esa sensación de delirante fragilidad que sentimos al arriesgar, creo en el futuro imperfecto. Creo en la imperfección de lo ilógico. Creo en la lógica de cada locura.
Y creo que pase lo que pase, e independientemente de su final, habrá valido la pena.

lunes, 4 de octubre de 2010

Despertar


Despertarme y descubrir mirando por la ventana que el frío se ha colado en mis huesos y parece querer quedarse a vivir por un tiempo. Sentir que el octubre ya baña las costas de mi piel con su textura ténua y fría, con su olor a chapuzón en café y soledad sin más premisa que la de saberme vivo un año más. No sé qué durará este sueño ni qué cojones hago yo buscándome la vida a cuatrocientos kilómetros de mi casa, sólo tengo un poco de prisa y muy poco tiempo para comprender que, tal vez sí, sea mi última noche a este lado del mapa. No soy consciente de lo que puede significar este otoño en mi vida, ni de los pasos que le quedan por recorrer a mis zapatillas. Pero eso sí, hoy tengo muchas partidas que ganar por delante. Por mí y por cada palmo de mis sueños.