lunes, 19 de octubre de 2015

Cruz

Se abre la puerta del metro y me inunda ese olor a estrés y soledad a partes iguales. Se cruza una melena castaña que solo intuyo y tu colonia me transporta a otro tiempo. Ya no eres tú, ni siquiera soy yo el que cruza la distancia entre coche y andén. Los años tienen eso, que perdonan y olvidan, un placebo que no consuela pero cicatriza sobre cada herida de esas que apuntalaban noches.

Supongo que por ser lunes, o tal vez porque el tiempo me ha dado la licencia de hacer lo que me de la gana con mis emociones sin tener que rendir cuentas por ello. Pero hoy te echo de menos. La ilusión convertida en ganas, las ganas vestidas de miedos y la incoherencia de quien se quiere comer el mundo a cualquier precio. Ahora también colecciono las tardes pero un cielo de gaviotas le gana la partida a las ardillas de tu Retiro y el frío no termina nunca de llegar. Hoy te echo de menos en el espejo, en la barba, en el tacto de la ropa. Eres otro, o es el tiempo el que nos ha cambiado. A lo mejor es otra de esas veces en las que dudo si los sueños son estigmas en la piel del hombre, o si realmente los vamos borrando cada vez que sale cruz. Y ¿sabes? me da auténtico miedo que pueda ser la segunda.



Hay abrazos que curan
y nos los receta un doctor
y luego estás tú.

domingo, 11 de octubre de 2015

Compleja la vida

Reconozco que todavía no he superado que te marcharas. ¿O quizás se trataba de olvidarte? ¿Es posible olvidar a quien un día estuvo? Se difuminará, se irá desdibujando con el paso de las hojas del calendario, pero hay un 'cómo' que nunca muere del todo. O, al menos, no debería hacerlo. Recuerdo tus inviernos y me recuerdo en ellos, es curioso porque nunca termino de entender si lo que busco en la nostalgia es el quién, el dónde o el yo. A veces pienso que simplemente echamos de menos una versión de nosotros que nos agrada más, que nos parece más cálida. Supongo, por tanto, que la función de las personas en nuestra vida es sencillamente la de hacernos sentir bien, la de exaltar nuestra mejor versión. Nosotros, por consiguiente, elegimos quedarnos al lado de quien mejor nos hace sentir. Del mismo modo, nosotros somos espoleadores de aquellos con quienes compartimos un trocito de este mundo. Involuntariamente, cuando llegamos a un corazón ajeno, tenemos la función de hacerlo vibrar, pero no para nosotros, sino para que sea él quien crezca. Complejo, ¿verdad? Dicen que la felicidad consiste en no tomarse las cosas demasiado en serio. Pero yo creo que la vida es algo tan extraordinariamente perfecto que no soy quién para subestimarla.



Las cuatro patas de mi cama 
pueden llegar a soportar toneladas de bipolaridad