viernes, 31 de mayo de 2013

A cualquier otra parte.



De esto que vas dejando volar la imaginación y, como ya sabes, nunca suele ser fiel a lo que quieres que piense. De repente te ves volando sin más, una terminal de aeropuerto, la noche que cae en Madrid y allá vas, a un rumbo lejos de cualquier lugar. Desconocido como todo lo interesante de esta vida. Te pierdes por calles, plazas y avenidas repletas de gente que no te conoce. No importa donde pases la noche porque sabes que despertar en otro mundo ya es premio suficiente.

-Hola, perdona, ¿eres de aquí?
-No, señorita, yo no soy de ningún lugar.

Hay veces que pienso que mi vida no es la que me ha tocado vivir, no ahora.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Frío.



Puede que todavía le quedaran ganas de seguir corriendo pero prefirió esconderse. Tal vez no iba a llegar más lejos, si más allá solo quedaban cenizas. Había perdido la cuenta de las veces en las que aquellos recuerdos habían estrangulado sus ganas de dormir, y los ojos como platos se perdían en el techo una noche más. Las cosas solo pasan una vez en la vida y lo sabía, pero siempre queda la esperanza de que venga algo mejor. Era entonces, quizás, cuando empezaba a entender que cada persona es única e irrepetible y, cada sonrisa que te dedique, cada mirada, cada gota de su sudor, son una puntada de hilo más. Cada vez más fuerte.

Tenía ganas de gritar pero no serviría de nada. La vida que dejamos atrás ya no vuelve, sus recuerdos se desvanecían y se negaba a perderlos. Se morían en sus manos como el agua de la lluvia. Ya no quedaba nada de ella y él, que se descosía a cada paso, temía que se diera cuenta y no le perdonase.



Tú saldrás de ésta, créeme,
y pronto entonarás pequeños cánticos,
y en algún bar apartado,
ahogaremos al espanto y nos pedirá perdón.

martes, 28 de mayo de 2013

Báilame el agua.

Hay veces en las que es necesario no olvidarse de quiénes somos y de dónde venimos. Hay una parte de mi vida que quedó atrapada y todavía sigue viviendo en estos versos. Es una de esas piezas sin las que nada sería como ahora, de esas que me enseñaron a entender la vida tal y como es.

Bailáme el agua

Úntame de amor y otras fragancias de tu jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atado con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea
tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro para mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé yo mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel.
Hasta que no dejen de ser miel.
Sal, niega todo y después vuelve.
Te invito a un café.
Caliente claro.
Y sin azucar. Sin aliento.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Susceptibles.

Somos universos infinitos de fuerzas paralelas. Somos un quiero y no puedo que se ahoga en la orilla. Somos sombras que respiran pero nunca es suficiente para mantenerse con vida. Somos el deseo palpitando en la llema de nuestros dedos. Apagándose cuando sopla el viento. Y después frío. Somos frío y nada más.

Somos susceptibles. Somos miradas, somos carne de cañón cuando llega el invierno. Somos una corriente de agua que muere en el mar. Somos risa, suspiros de tierra y recuerdos. Somos el lugar donde nacemos, el olor a ropa recién lavada. Somos el sabor a limón y a vainilla, una sábana de seda y un grito que desgarra la madrugada. Somos techo y suelo de una habitación vacía. Somos una carretera que no termina bajo la luna de mediodía. Somos tan efímeros como un parasiempre y, sin embargo, nunca nos acostumbramos a decir adiós.

Somos un principio y un final. Como todo en la vida, como nosotros mismos.

sábado, 11 de mayo de 2013

Un presente que no muere.

Somos los actores de una comedia dificil de ver, una peculiar trama que a nadie convence. Nos esforzamos por dibujar sonrisas de cartón ante unos ojos que no compran ni venden, que se han cansado de creer historias vacías. Somos piedra y papel, ambas caras de una moneda lanzada al aire, un arma de doble filo que ni pincha ni corta.

Todavía me gusta creer que sigo siendo aquella persona que ponía banda sonora a un mundo por descubrir, quien tomaba el camino más largo de vuelta a casa para poder escuchar una canción más en esos cascos viejos. Quien inventaba razones, doblaba la apuesta y sonreía aún a sabiendas de que la partida estaba perdida.

No quiero ser el participio de un verso que termina, no quiero entender si ello implica dejar de soñar. Necesito ser un gerundio constante, una palabra que no se olvida, un presente que no muere.

Y es entonces cuando te sientas frente a una página en blanco y todo fluye. Rabia, melancolía, tensión, odio y amor. Un corazón que se estremece ante la idea de ser aquello que siempre soñó y no le dejaron. El rey de un ajedrez desgastado.

Dame alas y llegaré tan alto como puedas imaginar,
te dije, pero la caída es un abismo difícil de soportar.



No habrá un siempre para los dos al final de este invierno.
No habrá nada que conservar, no habrá olvidos ni recuerdos,
el río los arrastrará cuando llegue el deshielo.