viernes, 7 de diciembre de 2018

Paso del tiempo

Luces que se difuminan en el atardecer de una arteria principal. Líneas discontinuas de ingravidez que me perforan la sien. El tic-tac que tambalea el piso y la cuenta que nunca sabes si es hacia atrás o hacia adelante. Crees que va de tu mano y lo dominas, crees que queda todo el del mundo. Crees que perderlo es otra forma de ganarlo. Pero no se detiene. Crees que cualquier tren que sale solo es uno más y que llegarán otros y mejores. Pero ninguno vuelve. Cambio. Avanzo, crezco, sigo, arranco, entro, salgo, paso, llego, paro. El sonido del despertador que levanta de nuevo el telón, otra oportunidad.
Me agobia el paso del tiempo. Me enamoran los puntos muertos, las idas y venidas, los vaivenes y curvas. Me ansía la prisa y el destiempo, el llegar tarde, el no llegar. Me entristece perder, las ganas, las personas, las partidas, el tiempo, la vida. Me aterra que las miradas no se vuelvan a cruzar, que las manos no se toquen, que no quede tiempo para una última vez. Odio las sillas vacías, los espacios en blanco. Adoro la Navidad pero lleva implícito el paso del tiempo, y creo que jamás aprenderé a soportarlo.
Dicen que somos lo que los demás valoran de nosotros. El recuerdo que dejamos. La esencia que solo se entiende como parte de un todo. Soy porque somos. Quizás es diciembre, arrancar la última hoja del calendario, pero cada vez que llega me matan las ganas de gritarle al mundo que lo único que necesito es tiempo. Para dedicarlo a todas esas personas que me hacen ser. Para dedicarlo a vivir.



Edades que se van, como el vaho en el cristal 
No tengo valor para volver ni para seguir, ni de fingir 
Pido tiempo muerto y suerte