sábado, 20 de junio de 2015

Si es cuestión de creer

Dicen que la vida es cuestión de creer. Que cuando crees de verdad en algo, termina por convertirse, es curioso porque creer en que se puede creer es una inverosimilitud que convierte la vida en algo caóticamente ilusionante. Vamos por partes. Todo depende de cómo se entienda, cómo se comparta, nada es malo, bueno, real o imposible si tus ojos no lo entienden como tal. Una mente abierta y poco equipaje dicen que es lo único que hace falta para llegar lejos en la vida. Yo en lo segundo suelo perder, pero en lo primero creo. Y creo mucho en lo que creo.

Y puestos a creer, creo en las puertas abiertas, en la ausencia de vallas y verjas, en la libertad sin concertinas, documentos ni pasaportes. Creo en las oportunidades, tengan el número que tengan, porque si hay alguien dispuesto a intentarlo, debería ser un derecho natural creer en él. Creo en la rutina, en la necesidad de sentirnos necesarios, así como en las vacaciones y en el deber de ser inútiles aunque sea por unos días. Creo en la libertad de expresión, en las miradas y, especialmente, en las sonrisas. No debería haber nadie que se acostara un solo día sin haber sonreído. Creo en el humor, en quien se ríe de la vida aunque no la conozca. Creo en las personas, en la vida que queda bajo la piel, pero sobre todo por encima de ella. Creo en el sentido del amor, como diría Rayden, en sentir y dejar fluir, en no explicar ni definir, hace años que dejé de intentar ponerle nombre a las emociones. Las palabras no son más que límites que justifican una realidad que solo entiende quien la vive. Creo en el arte, la cultura, pero sobre todo creo en la música, y en que esta vida sin ella no tendría ningún sentido. Creo en quien cree en mi, pienso que estar a la altura de quien te quiere te convierte en una persona digna. No creo en los finales, nunca he sabido despedirme, de ahí que mi vida sea un cúmulo de puertas abiertas; y volvemos al principio. Creo en los principios, en los físicos y en los morales, creo que sin ellos es imposible ser alguien o, al menos, ser el alguien que quieres ser.

Pero sobre todo, y hablando de creer, creo en mi. Y sé que si tú no crees en ti, nadie más va a hacerlo. Así que ¿a qué esperas?



Voy a hacerte una canción que hable en realidad de ti voy a ser la habitación donde te miraba al dormir voy a hacer de ti solo una canción que será Madrid sin nosotros dos.

sábado, 13 de junio de 2015

Ahora

Vuelvo a los sitios donde nunca había estado. Al trastero de tus sueños en pijama, al armario donde guardamos las llaves de las promesas que no supimos cumplir. Una vez rota la palabra el silencio pesa más que las balas. Vuelvo al rincón vacío que queda entre las rocas y tu pelo dormido, al domingo de resaca y resurrección, al abrazo vacío junto al mar. A la brisa que ya no te despeina, a los días de lluvia sin paraguas ni reloj.

Ahora el tiempo no pasa tan deprisa ni las preguntas hacen el mismo daño, no quedan explicaciones que dar y posiblemente ya a nadie le interesen. Hoy ya no importa ser uno mismo, hoy no se si es error, olvido, o exceso de ambos. Hoy ya no recordarás que una vez creímos que tocar el cielo con la punta de los dedos no era más que la rutina de un mañana que no supimos coser. Ahora el silencio habla por los dos y el espacio se convertirá en tiempo que disfrazará de excusas las mentiras para hacer de este mundo un lugar más sencillo en el que quedarse.

Ahora ya no flotas y yo no vuelo, ahora vuelvo sin excusas, ahora ya nadie pregunta cómo estamos porque el presente de indicativo ha dejado de indicar nada en números plurales. Ahora solo silencio y mañana, mañana ya se verá.



No sé si es un error repetir canción. Pero creo que es un lujo escuchar a Quique cuando necesitas que alguien derribe tus paredes de ladrillo, y más si la el truco de magia se llama Rompeolas.

Y ahora ya no puedo prestarte mi abrigo 
ni quitarte la ropa, ni sudar contigo 
ni perder la calma, ni decirte las cosas 
que nunca te he dicho 
Y ahora ya no puedo prestarte mis alas

sábado, 6 de junio de 2015

Odio

Le odiaba. Le odiaba como probablemente no hubiese llegado a odiar antes. Y no hablamos de odio disfrazado de sinónimo de amor barato, hablamos de odio de verdad, del que brama a borbotones por los poros de la piel. Odio como el que se tiene a la oportunidad que no llega, a la entrevista para la que nunca te llegan a llamar. Como a la parada del bus que te saltas sin querer, como al café que te quema cuando todavía dormido no aciertas a abrir del todo los ojos. Odio como a la primera gota de lluvia que te moja la cara, como al primer trago de la copa, como a la arena entre los dedos. Le odiaba como si perderla hubiese sido la antesala del ostracismo, un pasillo de atardeceres donde ya se ha puesto el sol, un porqué sin tilde, un gerundio en tiempo muerto.

lunes, 1 de junio de 2015

Ser y estar

La diferencia entre ser y estar es que no aprendemos a estar sin haber sido primero. Primero fue el huevo y después la gallina. Pero, ¿y quién puso el huevo allí? Siempre hay una parte de nosotros que ya estaba antes de haber llegado. Que nos esperaba sin ser consciente de que acabaría siendo el todo. La planta que antes fue semilla, la semilla que germinó sin saber que ya era vida antes de intentar serlo. Ahora no eres más que silencio pero ¿sabes? un día fuiste ruido, y antes de eso fuiste música. Y antes, mucho antes, ya eras viento que silbaba sin quererlo.

Lo bueno es que ahora ya somos algo inconscientes de que mañana estaremos. Lo mejor de todo es que creceremos ajenos a la idea de que hoy ya somos semillas.