martes, 31 de agosto de 2010

treinta y uno de agosto


Y sin querer las dudas se convierten en sueños y los miedos en poesía.

El verano se marcha haciendo lenta la espera ante el abismo de inseguridades que se avecina al otro extremo de la página del calendario. No tengo ni idea de qué puede pasar, intento coser palmo a palmo un edredón de quehaceres que cubran mi rutina, una base sobre la que todo tenga sentido un año más.

Me nubla la mente el airecillo fresco del otoño que asoma tras la puerta del 31 de agosto. Hoy parecía que el cielo se había empeñado en recordarme que ya se ha ido todo lo que daba sentido a este verano y no queda otra que esperarle a que se decida a volver. Tal vez dentro de 10 meses, quien sabe.

Silencio, frío, rutina y esa sensación de extraño bienestar. Ese encanto que sólo tienen estos meses y que contrarios a la dulzura del resto del año, cada vez me parecen más enigmáticos. Nada como una novela que empieza en septiembre. Nada como un amor al compás de los días de otoño. Me da miedo y me gusta a la vez. Será que me pierdo en ese abanico de marrones... Otra vez.

martes, 24 de agosto de 2010

Velocidad inestable.

Ahora los días pasan fugaces. Me paro frente a la venta mientras el mundo se acelera en una constante espiral de amaneceres y prisas tejidos en horas que no atienen a razones. No sé qué me queda ni qué dejo atrás en cada paso hacia el horizonte. Realmente suena el despertador y se clava como esa cruz roja que va acortando el calendario. Calendario que no lleva hacia ninguna parte.
El único respiro al que me agarro es bañarme en tus ojos, mientras todavía nos quede tiempo.

lunes, 16 de agosto de 2010

Pasan las horas.

Tan dulce como un susurro al oido. Llegaste de improvisto haciendo volátil cada pensamiento que te rodeara, tiñendo de colores el traje informal de mis amaneceres. Decidiste acabar con la tranquilidad de aquella rutina haciéndola tan intensa que nos salpicara cada segundo impregnado con nuestras miradas. Nos perdimos en un río de sonrisas que nos dejó a la deriva, sin nada a lo que agarrarnos. Y hoy veo como te alejas pintando de colores oscuros lo que en su día brillaba con fuerza. Y hoy ves como me alejo borrando a mi paso los motivos por los que creímos en todo, por los que nos caímos por el abismo con esas manos tan llenas de algo que nunca alcanzamos a entender, pero que bañaba de sentido cada locura.

Sin embargo no dejan de pasar las horas, se van amontonando como piedrecitas frente al mar. Siento que necesito volver a creer en algo que me incite a sentir esa fuerza que tumba problemas con un simple suspìro. A encontrarle sentido a los abrazos llenos de olor que perduran en la mente como alfileres manchados de sueños que van tejiendo mi memoria. Necesito seguir sintiendo, vivir mecido por las olas de ese mar junto al que se amontonan las horas. Contigo, o con quien haga falta.

martes, 10 de agosto de 2010

No llores.


Y entonces ocurrió. Vestida de pasión te alzas ante mi como un universo incompleto, infinito y brillante. Tan embriagador que cuesta mantener el pulso, disimular que no tiembla la respiración, conseguir mantener la mirada sin romperse en mil pedazos. Tus ojos clavados en la mente para siempre. Te prometo que no lloverá lo suficiente nunca para olvidar esa mañana. Parece ridículo pensar que podría encontrar la magia en un truco tan difícil, en un algo tan imposible. En un mundo que se desvanecía al ritmo de los días, a la vez que cobrara tanta fuerza que asfixiaba.

Ya no queda un perdón, no hay espacio para volver, el camino es tan largo que nos hemos perdido y no sabría ser capaz de desandar cada paso. El principio está tan lejos que prefiero quedarme, aunque me da miedo andar, seguir. Dejar que los pies se deslicen uno tras otro con los ojos cerrados sin saber donde llevan, por la suave inercia que nos ha llevado hasta aquí. Pero no tengo otra salida, sólo puedo andar, ya no me das alternativa. Te cogería la mano tan fuerte que me bastaría para dejarme caer. Sería capaz de pender de un simple hilo por que no desaparecieras, tu mano.

Tantos sueños, momentos, miradas llevan tu nombre que se queda pequeño el mundo para que puedas entenderlo. Sólo tus lágrimas inundan ese universo.

No te ahogues, no llores, no sufras. Lo que sea por verte sonreir, cueste lo que cueste. Te lo prometo.

martes, 3 de agosto de 2010

Buenos días


Te levantas de la cama de golpe, no tienes prisa pero algo te acelera el pulso. Cierras el cajón definitivamente porque sientes que ya no queda nada más que guardar. Qué irónico, ¿verdad? hace un rato estaba la cama llena de recuerdos, de historias, de sueños y promesas que caían por todas partes imposibles de ordenar. De repente ya todo tiene poco sentido, o eres tú quien no se lo ve. En fin, eso no importa.
Te vistes con lo primero que ves, y coges las cosas sin pensar. Necesitas salir fuera y que te de el aire. La puerta queda atrás con un portazo y bajas las escaleras a toda prisa.
No hay nadie fuera, es demasiado pronto todavía. ¿o demasiado tarde? da igual, empiezas a andar y notas como todo va quedando atrás. Cada paso es una mirada menos, una llamada, un mensaje, una foto que se pierde en el recuerdo. La brisa de la mañana te recorre el cuerpo formando escalofríos de hielo y azúcar, de limón y nata. Nada hace tanto daño como el pasado, y nada da tanto miedo como un futuro que se despega de tu imaginación formando figuras incompletas. Sólo queda un presente que todavía estás a tiempo de dibujar si no te da miedo. Toda la vida era demasiado tiempo para esperar, incluso para alguien como tú.

lunes, 2 de agosto de 2010

Hermanito hermanito...



Siguen pasando los días y se va alargando la cuerda, cada vez está más tensa y siento tu ausencia como se evapora y la inhalo por todos mis poros. Es raro, te lo prometo, te siento lejos y a la vez parece que sigas en todas partes. Me inundas con tu presencia sólo de imaginarte. Por más que pase el tiempo no te vas del todo, y sé que nunca lo harás. ¡Joder, qué difícil es todo ahora! Te prometí que siempre estaría contigo y ahora eres tú quien no puede abandonarme.

Qué poquito nos faltó para creernos que existe el futuro, que la vida acaba sonriendo. Qué cerquita estábamos ya de comprender que soñar vale la pena si crees en ello. Cómo nos gustaba jugar a imaginar que nada nos unía más que toda la puta vida caminando juntos. No estarás sólo me decías, no me dejes a mí. Eres tú quién se tuvo que ir deprisa, quien me soltó la mano. Pero sé que sigues aquí, y allí, sé que estás en cada recuerdo, en cada pensamiento. Sé que la luna seguirá jugando con nosotros como cada mañana de verano, y que nadie borrará las pisadas que hicimos en la arena. Eras parte de mí. Ahora sigo caminando solo... Pero te echo de menos.