lunes, 16 de agosto de 2010

Pasan las horas.

Tan dulce como un susurro al oido. Llegaste de improvisto haciendo volátil cada pensamiento que te rodeara, tiñendo de colores el traje informal de mis amaneceres. Decidiste acabar con la tranquilidad de aquella rutina haciéndola tan intensa que nos salpicara cada segundo impregnado con nuestras miradas. Nos perdimos en un río de sonrisas que nos dejó a la deriva, sin nada a lo que agarrarnos. Y hoy veo como te alejas pintando de colores oscuros lo que en su día brillaba con fuerza. Y hoy ves como me alejo borrando a mi paso los motivos por los que creímos en todo, por los que nos caímos por el abismo con esas manos tan llenas de algo que nunca alcanzamos a entender, pero que bañaba de sentido cada locura.

Sin embargo no dejan de pasar las horas, se van amontonando como piedrecitas frente al mar. Siento que necesito volver a creer en algo que me incite a sentir esa fuerza que tumba problemas con un simple suspìro. A encontrarle sentido a los abrazos llenos de olor que perduran en la mente como alfileres manchados de sueños que van tejiendo mi memoria. Necesito seguir sintiendo, vivir mecido por las olas de ese mar junto al que se amontonan las horas. Contigo, o con quien haga falta.

1 comentario:

  1. Así son las horas, pasan y pasan...tal vez su dolor es el de no poder nunca detener el tiempo y el tiempo los momentos vividos , plasmados en recuerdos.

    Saludos desde mis verdades!

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