martes, 27 de julio de 2010

Desplazamiento vertical


Y entonces saltas. Es como cerrar los ojos y sentir que la gravedad se desvanece como una pompa de jabón que explota cuando soplas. Sientes que el aire pesa tan poco que tu cuerpo es sólo una marioneta que se vierte al vacío. No sabes qué pasará, ni siquiera imaginas qué habrá al final de la caída. Es tan dulce la sensación que te faltan sentidos para el resto de cosas que suceden alrededor. El mundo se encoge en ese instante eterno en el que tus pies ya no tocan el suelo. La brisa te acaricia el cuello y los párpados se mecen en el vaivén de la caída. Nada importa fuera, ya es tarde para volver y queda un mundo por delante. Al fin y al cabo si no salto yo, me acabaría cayendo.
Y bueno, ¿me cogerás?

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