martes, 29 de julio de 2014

Laberintos efervescentes

Queda un rincón del universo que todavía no ha sido descubierto por los exploradores de la NASA, donde no llegan las misiones espaciales ni el humo del olvido. Un punto exacto sobre el que se refleja el brillo del parpadeo de una gaviota que no tiene miedo a volar. Bajo la última manta que sacas del armario cuando diciembre llama a la puerta, donde no existe más aire que el vacío que dejas al respirar. Sí, parece extraño, pero te prometo que una vez estuve allí, saltando sobre las rocas que baña el mar cada vez que se apaga el sol, jugando a no perder la calma entre velocidad y descontrol. Allí los gritos no asustan ni se alquilan verdades, las mentiras no pesan y las dudas nadan en mares de recuerdos no vividos todavía. Una vez me contó un pez a punto de perder el autobús que, si quieres volver, tan solo tienes que volar, porque, cuando aprendes a volar, has perdido el miedo y, si lo piensas, en el fondo solo somos eso, miedo.

Hoy por usted, maestro Joaquín.



Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad.

1 comentario:

  1. Pues a mí me gusta como escribes.
    Te sigo desde hace bastante, me he cambiado de blog y voy a empezar una nueva aventura con este nuevo. Te espero por allí, un saludo.

    :)

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