sábado, 21 de febrero de 2015

Adictos

Tenían un verso que no aprendió a rimar, un álbum de mechas que nunca llegaron a prender y la última sílaba de la palabra que se queda muda cuando el beso corta la frase. Eran un principio de física no formulado, la última noche antes de perder la cordura, el ibuprofeno de las cuatro de la mañana. Eran un techo en blanco y una mirada fija, las coordenadas de un naufragio, el secreto del antes cosido con las grapas del después. El reloj que solo arranca cuando cierras el pasado, cuando se dan cuenta de que no llegarían a ser si seguían viviendo de lo que fueron.

Pero no dejaron que nadie salvara sus vidas. Se fue el invierno, y las sombras, y el gris. Se derritió la nieve, arrancó el tren, murió la desidia y a su entierro solo fueron los clavos del ataud. A veces solo el paso del tiempo cura las heridas. A veces, y solo a veces, las miradas expresan más que las palabras. Y se hicieron adictos. A la primavera, a sus ojos, a la vida.



Aquí todos me entienden
menos yo.
¿Y qué le voy a hacer
si es una explosión
que sale de tu voz
directa al corazón?

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