lunes, 7 de noviembre de 2016

Si salimos de esta

Me gustaría escribirte una carta.

Sabes que siempre me gustaron los clásicos, no por rechazo al futuro, sino por miedo a olvidar el pasado. Al grano. Hoy quiero escribirte a ti que ya no estás. Hay culturas que dicen que sigues allá arriba, otras suponen que te convertiste en algún tipo de animal o ser vivo, incluso hay quien opina que simplemente eso, desapareciste. El final de los finales, ese que tanto miedo nos da concebir y por ello llevamos milenios inventando excusas para no hacerlo. En fin, eso no es lo importante ahora.

Hoy quiero escribir para contarte que los días siguen pasando y no veo la luz. Que el año no es eso que ocurre entre septiembre y agosto, que el tiempo ahora no corre hacia atrás y que los abismos son más monstruos que las dudas y los espejismos no entienden de desiertos, sino de ciudades bañadas por un Mediterráneo que, como diría Serrat, visten la piel del sabor amargo del llanto eterno. Hoy tengo que confesarte que la vida se me escapa a raudales por las arterias, que no la controlo y me controla, que no lo tengo claro. Que no tengo nada claro.

He dormido con el miedo, he desayunado compartiendo café y tostada con preguntas sin resolver y me he duchado con quizás que nunca acaban siendo un sí. Pero no todo es malo. Aunque tenga miedo, aunque haya mil opciones, aunque no vea el camino. No todo es gris, porque verás: no tengo prisa. Hoy me he dado cuenta de que el tiempo se mide en las cosas sencillas. De que no vale más quien más tiene, sino quien más valora lo que encuentra, sea poco, todo, o nada. Que mi vida es mía y por ello diferente a todas las demás. Inteligible a veces, pero incomparable, inmensurable. Que el amor mueve el mundo, pero se gasta si no lo cuidas. Que aprender a cuidarlo es la llave de la vida. Que el mundo corre tan deprisa como tú quieras que lo haga, pero que las prisas no son buenas. Que lo que pasa nunca vuelve y que no se puede vivir esperando. Que los problemas están en los ojos del que mira, que los prejuicios matan. Que cada café sabe distinto y cada consejo es una joya aunque no lo entiendas. Que quien te da su tiempo, te da su vida, y no puedes dejar nunca de apreciarlo. Y que hay que morir. Sí. Hay que morir en cada cosa que hagas, en cada rato, en cada aventura. Hay que perder vida en cada esquina, en cada anochecer, en cada mañana, en cada abrazo y en cada mirada. Hay que sentirlo, porque nos va la vida en ello. Y, ¿cuando llegue el final? Cuando llegue el final, que haya valido la pena.

Hoy he aprendido que mi vida es mía y solo mía. Que aunque pinten bastos, dibujaremos espadas. Mataremos al dragón y conquistaremos el castillo. Que no importa si nadie lo entiende, tú sabes a qué me refiero. Que si salimos de esta, vendrán más, y mejores. Que sí, que saldremos de esta, que saldremos de todas.

Feliz cumpleaños por adelantado.



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