viernes, 21 de septiembre de 2012

Otra vez, el techo y la apisonadora, otra vez.

Porque al amanecer las cosas son más claras y brillantes, y la noche las confunde de sombras y engaños. Porque la luz del sol también nace para alumbrar el fondo de los cajones mejor cerrados y los bolsillos llenos de esas pequeñas bolitas de rutina y algodón.

Porque aunque me encanta esa sensación de espejismo barato teñido de libertad que me regalan tus noches, te prefiero de día. Con sol, con viento o bajo un paraguas que no distrae a la lluvia pero la mantiene distante. Y es que creo que nada duele más que un despertar sin tenerte cerca, que un aliento que no huele a ti.

No existen malos ni buenos, porque la película que tú diriges y yo protagonizo no entiende de victorias ni derrotas, solo de instantes de realidad y puestas de sol.
Tengo ganas de recorrer cada kilómetro que te separa de aquí, tengo ganas de comerme cada paso que te aleja y decirle al tiempo que ambos sabemos que la partida la tiene perdida desde el primer segundo.



Otra vez, toda la noche hablando hasta que llega el
momento de decir hasta mañana
Dejemos en pedazos lo de no poder
pasar entre las sombras sin caer
Dormir tan abrazados sobre el filo
es algo que no pueden resolver.

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