domingo, 16 de febrero de 2014

Dame paz que pido guerra.

Se trata de una forma perpendicular a la realidad de entender el mundo sin salir heridos antes de morir de frío. Consiste en desnudar al detalle cada plano cortado y esbozar sonrisas donde otros pintan cicatrices.

No es el despertador de un lunes de febrero bajo cero, sino la ducha caliente de media tarde, los espejos ahogados en niebla relajante. No es un domingo que muere bajo mínimos sino una oportunidad de reconocerse en las cenizas de la hoguera del sábado. No consiste en vestir de pretextos varados el puerto de tu vida, sino en dejar tu huella en cada paso para hacer que nunca muera en el olvido.


Una vez entendimos que vivir no era tachar nombres vacíos en el calendario que nos tatúan al nacer, ni siquiera seguir la hoja de ruta que nos indica el camino para no perdernos. La vida reside en el payaso que colorea una planta de pediatría, en la pregunta valiente que desata la tormenta, en el piano que suena en mitad de la guerra.

Te invito a pintarle caras a las cruces y cambiar las dudas por saltos. Saber que si fue es porque valió la pena, aunque hoy no lo entiendas, aunque nadie lo comprenda.

Esta vez en vez de disparar
parare el mundo en seco.
se comenta por el parque
que todo me empieza a dar igual,
igual me escapo a otro lugar
garganta y voz a cuestas,
estas avisada guapa
paga tu que yo me marcho sin pagar.


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