lunes, 27 de octubre de 2014

Tic, tac

Tic, tac, tic, tac. El minutero se envalentona y te reta a salir corriendo, se agota el espacio en un tiempo que no es tuyo, ni mío, ni nuestro. Fuerte y preciso, un golpe seco en la femoral y el contoneo dubitativo te regala unos segundos dorados. Tienes ventaja y lo sabes, la lluvia no te arrastra, tus demonios se detienen. Eres fuerte y aceptas un nuevo asalto, no quieres mirar atrás, no debes dudar, un titubeo y se va todo a la mierda. La corriente no pesa lo suficiente para poder contigo, pero sabes que no eres eterno. Te sostienes de un par de versos y un acorde mal cosido que ni siquiera eres capaz de descifrar sin equivocarte, pero es insuficiente. Por equipaje un par de letras viejas, fotos en las que ya nadie piensa y el mismo corazón que el primer día. Con lo que eso supone. Sabes que hay salida, la has visto, la reconocerías con los ojos cerrados, su olor. Ese olor. Mañana será otro día, escuchas mientras pierdes la mirada entre la sombra que dibujan los edificios y el horizonte. Mañana es demasiado tarde.



Nunca es primavera donde tú creciste.
Sigues teniendo carita de pena,
pero no me mires con tus ojos tristes.

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