sábado, 29 de agosto de 2015

Forma de vida

Me gustan los acertijos más que los problemas, las mentes más que los cuerpos y volar despacio, sin rumbo fijo, pero hacia adelante. No hay nada más cautivador que alguien que sabe de lo que habla, que siente la vida escapar entre sus palabras como una gaviota que enfila el mar, como un río de pólvora que rompe el silencio hasta hacerlo añicos. Me gusta la gente que se siente viva, que se niega a dejar pasar la vida sin subirse a ella, aunque esta le haga perder el equilibrio una y mil veces. Hay paredes que guardan historias que nadie entendería, pero de nada servirían si no hay quien haga que ocurran, quien cruza la línea, quien pierde el miedo, quien aprieta el gatillo. Y de repente, ¡zas! Todo aquello que no se olvida ocurre en esa zona que reside entre aquello que somos y el vértigo de lo que nunca seríamos. Sentir el temblor en forma de vida, a contracorriente como el verso que no rima pero hace diferente a la canción. Dudar del mundo, darle un giro más a la noria, saber que si caemos es porque forma parte del juego. Pero saber, a su vez, que caerse es la única forma de no olvidar lo que hemos aprendido.



Dejemos algo claro, para bien o para mal. Nos persiguen por ser los hijos, del pecado original. Y nadie cuida de nosotros.

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