sábado, 24 de noviembre de 2012

N = 1

El sabor de la despedida siempre es amargo. Un frío que sientes como ajeno recorre esos huesos cansados de remar hacia ninguna parte. Tal vez mañana las cosas sean diferentes pero hoy me siento raro aquí. Lejos de todo. Lejos de ti.

Prefiero taparme hasta los ojos y no mirar. Prefiero creer que no existe pasado y que los sueños solo tienen valor mientras crees en ellos; que luego desaparecen sin dejar rastro porque no tienen más sentido que ese: hacerte sentir vivo.

Voy a coger una maleta y meter en ella todos esos abrazos; esos despertares de invierno en la mejor ciudad del mundo; esos paseos de domingo sin rumbo ni prisa; esas esperas a que terminaras de arreglarte en el sofá; esas comidas improvisadas en alguna parte; esos viajes en coche con la única compañía de esa música que juntos hemos aprendido a querer; ese olor a parasiempre en la ropa al llegar a casa. Porque la vida no es fácil sin ti, pero ambos sabíamos que los tequieros no duran 100 años.

Es hora de aprender a mirar la vida desde otra perspectiva. A través de otra mirada, la mía. Porque las despedidas nunca fueron mi fuerte ni he aprendido a sentirlas como tales. Porque siempre he creido que mientras no digas adiós queda una puerta que no se ha cerrado y la ilusión de si volverá.

Hoy es sábado. El primer sábado sin nosotros.



Es lo que nos va a pasar,
vamos a perdernos.
Vamos a desaprender
todos los secretos.
vamos a esperar
a que el tiempo haga su trabajo
y olvidar,
no debemos arriesgar.
Es lo que nos va a pasar.

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