sábado, 28 de diciembre de 2013

Hasta siempre, número trece.

Si es cuestión de empezar, empezaré diciendo que las caídas tiñen de barro un nombre que ya recoge su mochila dispuesto a abandonar mi vida con más pena que gloria.

Llegaste frío e incierto, desmenuzando de madrugada el miedo a cada lunes marrón. Has sido una coma en un río de palabras, un barco varado antes de zarpar.

El tiempo sigue sumando vueltas al reloj y no te he olvidado, quizás este año me has faltado más de lo habitual, quizás he echado de menos ese guiño que me protegía de mi suerte. Mi vida cada vez está más lejos de ser aquella que soñé tan mía, cada vez salen menos trenes y cada día me hastía más el vaivén de miradas vacías.

Sin embargo, ya ves, me propuse reencontrarme y aquí sigo, fiel a lo que yo no elegí pero me hace diferente, ganándole partidas al espejo y creyendo que no murió aquel superhéroe pese a que los años enterrasen su capa. La magia sigue viviendo en sus ojos.

Quedan mundos por descubrir, batallas sin empezar, noches que jamás morirán y días en los que no se pondrá el sol. Quedan locuras, sueños y tiempo, mucho tiempo para hacer, al menos, que haya valido la pena llegar hasta aquí.

Un final es, por consiguiente, el comienzo de algo diferente, borrón y cuenta nueva, una oportunidad más de demostrarte que estás aquí por algo. Y sé que tú seguirás allí, el funambulista imbatible, el yo eterno.

Feliz 2014 a todos.

Despido el número maldito con usted, maestro Calamaro.



Bohemio es ser la sombra de encontrarle el sentido a las cosas.
Bohemio es un deseo a destiempo, también es necesidad.
Te quiero porque a pesar de todo, me vas a seguir queriendo un poco más.
Permite que me saque el sombrero para saludarte, libertad.

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