Ella era un piropo fácil que no sabía perder, una princesa de papá acostumbrada a no pensar. Él, un principio de ingravidez, la mancha en el currículum de la vida, un trago largo de sabor amargo. Se cruzaron sin trampas ni permiso.
-Dame dos noches y te convenceré de que el tiempo no es más que un estado de ánimo. - le dijo.
-Seguro que eres igual con todas.
Las sombras de la persiana en su espalda firmaron la despedida. El problema de los barrotes es que no entienden de libertad.
#Microrrelato1
Muy fan de este microrrelato, entre otros muchos de #contandoseptiembres.
ResponderEliminar¡Sigue publicando!
PD: Esperando el próximo ;)