miércoles, 26 de marzo de 2014

Lluvia

Le pusieron de nombre Lluvia porque nació en verano. Y no se equivocaron. Pronto aprendió que la vida es una cálida contradicción en la que aprendes a echar de más antes que de menos.

Vestía sus tardes de café, manta y libro. Se abrazaba al vaho de la ventana mientras escribía en el cristal versos que no conducían a ninguna parte. Hay nombres que nunca se olvidan y nos convierten en esclavos de un recuerdo. Es curioso cómo la mente nos vende a bajo coste ante una mirada bonita.

Una noche salió a buscar un aliento que dinamitara su vida, cambiando silencios por minutos de más, defectos por gotas de sudor. Pero olvidó que la libertad ni se compra ni se vende, que los genes son tatuajes que no elegimos.

Aquella noche dejó de llover. Aquella noche empezó el otoño.

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