jueves, 25 de febrero de 2010

Jueves.

Con el sabor en la boca a ensaimadas que no hemos llegado a probar pero que nos las imaginábamos tan deliciosas que casi alimentaban tan solo de pensarlas ha empezado la mañana de un jueves que, esta vez sí, ha valido la pena. Parece que el huracán de pelo negro y delantal verde, que acosaba mi tranquilidad laboral y mi confianza la semana pasada, ha decidido cambiar de planes y simula haberse olvidado al menos un poquito de mi persona. Ya no sé si por total desconfianza que ya ni lucha por que haga lo que ella quiere, o porque realmente confía nuevamente en mí. Sea la una o la otra, vuelvo a sonreir en el cole.

Tiene nombre y apellidos el día, no puedo negarlo. Sabes que hoy no ha sido un día más y, aunque en el fondo todo siga siendo una imaginación fruto de los sueños de un ilusionista juguetón y cansado, que encandila nuestras mentes y las echa a volar, hoy me iré a dormir pensando en ti. Ya ves, no ha sido tan fácil apartarte con el tiempo. No es tan fácil no mirarte si ahora ya no quiero ver nada más.

Parece que el destino no se ensaña conmigo y no le tiembla la mano a la hora de perdonarme. Después de la tormenta ha llegado la calma y, si nada lo estropea mañana, vuelvo a sonreir y esta vez con energías renovadas. Será que me ha sentado bien eso de escribir cada día. O será que ya me tocada una de suerte, ¡que no he sido tan malo!

Dulce viernes.

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