jueves, 3 de enero de 2013

Carreteras de Madrid.

¿Te apetece jugar a un juego? Es bastante sencillo, solo tienes que cerrar los ojos e imaginar. La única condición es ser sincero.

Imagina un lugar donde irías a pasar el último día del año. De ese año en que se acababa el mundo según decían. No puede ser un sitio vulgar, puesto que la ocasión de sobrevivir al apocalipsis no se da todos los días. Piensa una forma de ir hasta allí, y piensa en tres personas que, elegidas de entre todas las posibles, unos siete mil millones, fueran capaces de hacer diferente cada uno de los segundos de ese viaje. Ahora ponle una banda sonora a todo esto. No es fácil, ¿verdad? Pues vamos a complicarlo un poco más. Ahora, y por último, imagina que todas y cada una de las decisiones que tomáis salen bien y que, a cada paso que dais, todo sale mejor de lo esperado. Como si por arte de magia se tratase.

Pues bien, yo he de reconocer que, pase lo que pase en mi vida, cuando cambie todo aquello que desconozco y cuando el cruel antídoto de la edad y la memoria hagan efecto en ese fulgurante veneno conocido como juventud, nunca olvidaré esos días ni a esas personas. Parece sencillo convertir en anécdotas cada instante de un viaje, pero no lo es. La historia de una vida se compone de pequeñas piezas de sueños no cumplidos y de momentos sencillos que nunca olvidarás. Y vosotros habéis escrito con tinta indeleble una página de mi historia que nada ya podrá borrar.

Una habitación de hotel de carretera. Una encargada de hotel que nadie conoce. Sustos de media noche con la compañía de Teledeporte. Despertares strongs. Olvidos y despistes incuestionables. Duchas en gasolina. Carreteras que nunca llevaban al mismo destino. Comidas a deshora. Rincones por descubrir. Uvas en días inesperados. Pajaritos en el aire. Padres que quieren que un chico rico embarace a sus hijas. Dady. Trenes de ida y vuelta. Un armario lleno de risas indescifrables y momentos que nadie entendería. Porque señores, cuando pasen los años y el polvo entierre los recuerdos de cada fin de año, podremos cerrar los ojos y saber que aquel final de 2012 nadie nos lo podrá quitar. Y que por más que el mundo juegue a deshacerse por fuera, nosotros hemos cambiado de año con el arma más precisa del universo: una sonrisa.

Porque un año que empieza en Madrid no puede acabar mal y porque la compañía y el ambiente lo convierten en atractivo por definición.

Feliz dos mil trece y, nunca os olvidéis de creer en algo.

Carreteras de Madrid.



Es tan difícil sonreír, perder el miedo y escaparnos.
buscar un sitio en el que dormir los recuerdos del verano.
Mientras pasa la tormenta, carreteras de Madrid.

Se hace tan fácil mentir, mirar al suelo y olvidarlo,
vaciar la maleta una vez más, y verlo todo difuminado…
Mientras pasa la tormenta, carreteras de Madrid.


No hay comentarios:

Publicar un comentario